Jueves, 18 de Abril de 2024

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24/03/2020

ASUMIR EL FUTURO YA: RESPONSABILIDADES PARA UNA NUEVA ÉPOCA


por Mario Ramírez-Orozco


Estamos frente a una circunstancia histórica única en la que podemos convertir una tragedia producida por una pandemia biológica, económica y política en una oportunidad real de verdadero cambio del orden mundial existente. Se está derrumbando una manera de administrar el planeta y por eso hay que estar preparados para proponer alternativas viables que construyan una sociedad diferente. A condición de que la nueva época no parta de las mismas personas, élites y poderes políticos y económicos que han construido el modelo de desarrollo que se desmorona, de ahí que las responsabilidades tengan que ser asumidas por otros, por aquellos que tengan la capacidad y lucidez crítica suficiente para entender el instante histórico. Sobre todo, porque el tiempo es brevísimo para leer y comprender la magnitud de lo que está aconteciendo al tiempo que se producen las nuevas estrategias para el mundo diferente que se aproxima.

Entender que, por las pérdidas económicas y el debilitamiento de la representatividad política, el mundo global está frente a la excepcionalidad de una segura igualación social en el que las élites mundiales y las nacionales quedarán bastante menguadas. Si son ellos los que más tienen y son los responsables directos de lo que sucede, son ellos los que tienen que perder más. No puede ser que estén aprovechando la situación que irresponsablemente crearon para seguir socializando las pérdidas y, así, aumentar la miseria de una parte de la población que ya la padece y llevar a otros, un número incalculable, a un nuevo tipo de miseria. Una miseria que esta vez no es retórica para gran parte de la población de países de alto y medio desarrollo que consideraba que ya tenía asegurado un mínimo bienestar. Ahora, para todos, es una realidad latente que espanta la perspectiva de los meses venideros.

No hay que permitir que un solo país, los Estados Unidos de América, y los grandes conglomerados económicos sean los únicos beneficiados de esta pandemia. Hay que empezar por repartir las pérdidas y saber redistribuir de manera justa lo que va a quedar. Las ruinas ya no son ciudades destruidas sino estructuras sociales, económicas y políticas debilitadas al máximo. Dicho esto, es urgente una reconversión económica original que permita en un futuro muy cercano que el dólar no siga como referente de las transacciones internacionales. Además de impedir que la deuda de los países más débiles sean cobradas con refinanciaciones más oprobiosas que agraven aún más su extrema fragilidad.

En consonancia con ello, tenemos que prepararnos desde ya para el pos coronavirus, puesto que esta pandemia abre un escenario excepcional para que amplios sectores sociales que nunca han administrado la cosa pública, pero quienes han sido durante décadas una oposición cualificada y crítica, se apoderen de las instancias de poder. Es su oportunidad de entrar en la historia de la que hasta ahora han estado excluidos. Y por supuesto, empujar con ellos, a millones de marginados  hacía espacios de participación y decisión en una sociedad más justa que convierta a los habitantes de la tierra en sujetos históricos con todos los derechos y los compromisos que ello significa. En ese orden, un cambio fundamental es la articulación de nuevas dirigencias. Es el reto máximo de las grandes crisis históricas sacar a todos aquellos líderes que, incluso sin saberlo ellos mismos, se estaban formando sin prisa, pero sin pausa, en muchos casos exponiendo sus vidas, para un momento que tal vez nunca llegaría, pero que esta vez llegó.

Hay que aprovechar la situación privilegiada de que esta vez, a diferencia de las guerras tradicionales, casi todos estamos en ciudades o países sitiados, encerrados en cómodas trincheras en las que, como tarea importante, tenemos que protegernos del contagio y del bombardeo mediático y, en consecuencia, es necesario cambiar no sólo los hábitos de higiene sino que, también, el uso habitual de las redes sociales. A fin de explorar en viejas lecturas y abrir canales de comunicación con personas que tienen una trayectoria crítica y propositiva, pues es el momento extraordinario para construir una nueva mentalidad colectiva capaz de superar el cataclismo que llegó silencioso y de manera repentina, lo que obliga a organizar, sin los tiempos ni cálculos suficientes, un plan de choque inteligente y concreto.  Ahora que no es el momento de salir a las calles, es el momento de salir a las redes.

Por eso, es muy importante responder con la construcción de un contrapoder real, desde el cual se produzcan oportunidades concretas para las poblaciones marginadas no organizadas y a los movimientos sociales y políticos que han estado clamando por siglos el cambio efectivo de las estructuras que sostienen el poder que desde la brutalidad de la soberbia, la inequidad y la indiferencia a las necesidades básicas universales, hasta hoy usurpa las riquezas sociales en beneficio de unos poquísimos. Si esto es así, repito porque es necesario, hay que partir de la premisa de que lo nuevo no puede emerger de las mismas personas, élites y poderes desarrolladores de un modelo económico y político que produjo esta catástrofe social. La misma dirigencia responsable de la hecatombe, por su propia noción de poder explotador de carácter individualista, no puede conducir el cambio.

Por lo tanto, las elites del modelo del mundo que está desapareciendo frente a todos nosotros tienen que ser reemplazadas, en el corto plazo, por nuevos poderes con la capacidad de corregir, casi de manera inmediata, los males del pasado que está desapareciendo de manera vertiginosa y, a partir de superar de manera gradual las fragilidades de la nueva situación, establecer una época distinta en la que, ojalá con el profético acierto de Gabriel García Márquez, deje de ser utopía, y se construya una vida distinta menos egoísta y más humana para la totalidad de los habitantes de este planeta:

Ante esta realidad sobrecogedora que a través de todo el tiempo humano debió de parecer una utopía, los inventores de fábulas que todo lo creemos, nos sentimos con el derecho de creer que todavía no es demasiado tarde para emprender la creación de la utopía contraria. Una nueva y arrasadora utopía de la vida, donde nadie pueda decidir por otros hasta la forma de morir, donde de veras sea cierto el amor y sea posible la felicidad, y donde las estirpes condenadas a cien años de soledad tengan por fin y para siempre una segunda oportunidad sobre la tierra”.

El debate se abre. Ahora es necesario que todos sepamos de forma pronta y pública quienes toman la palabra, las nuevas responsabilidades y, sobre todo, las acciones eficaces para los cambios que nos pide esta época que está naciendo.






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