Estamos frente a una circunstancia histórica única en la que
podemos convertir una tragedia producida por una pandemia biológica, económica
y política en una oportunidad real de verdadero cambio del orden mundial
existente. Se está derrumbando una manera de administrar el planeta y por eso
hay que estar preparados para proponer alternativas viables que construyan una
sociedad diferente. A condición de que la nueva época no parta de las mismas
personas, élites y poderes políticos y económicos que han construido el modelo
de desarrollo que se desmorona, de ahí que las responsabilidades tengan que ser
asumidas por otros, por aquellos que tengan la capacidad y lucidez crítica
suficiente para entender el instante histórico. Sobre todo, porque el tiempo es
brevísimo para leer y comprender la magnitud de lo que está aconteciendo al
tiempo que se producen las nuevas estrategias para el mundo diferente que se
aproxima.
Entender que, por las pérdidas económicas y
el debilitamiento de la representatividad política, el mundo global está frente
a la excepcionalidad de una segura igualación
social en el que las élites mundiales y las nacionales quedarán bastante
menguadas. Si son ellos los que más tienen y son los responsables directos de
lo que sucede, son ellos los que tienen que perder más. No puede ser que estén
aprovechando la situación que irresponsablemente crearon para seguir
socializando las pérdidas y, así, aumentar la miseria de una parte de la
población que ya la padece y llevar a otros, un número incalculable, a un nuevo
tipo de miseria. Una miseria que esta vez no es retórica para gran parte de la
población de países de alto y medio desarrollo que consideraba que ya tenía
asegurado un mínimo bienestar. Ahora, para todos, es una realidad latente que
espanta la perspectiva de los meses venideros.
No hay que permitir que un solo país, los
Estados Unidos de América, y los grandes conglomerados económicos sean los
únicos beneficiados de esta pandemia. Hay que empezar por repartir las pérdidas
y saber redistribuir de manera justa lo que va a quedar. Las ruinas ya no son
ciudades destruidas sino estructuras sociales, económicas y políticas
debilitadas al máximo. Dicho esto, es urgente una reconversión económica
original que permita en un futuro muy cercano que el dólar no siga como
referente de las transacciones internacionales. Además de impedir que la deuda
de los países más débiles sean cobradas con refinanciaciones más oprobiosas que
agraven aún más su extrema fragilidad.
En consonancia con ello, tenemos que prepararnos
desde ya para el pos coronavirus,
puesto que esta pandemia abre un escenario excepcional para que amplios
sectores sociales que nunca han administrado la cosa pública, pero quienes han
sido durante décadas una oposición cualificada y crítica, se apoderen de las
instancias de poder. Es su oportunidad de entrar
en la historia de la que hasta ahora han estado excluidos. Y por supuesto,
empujar con ellos, a millones de marginados hacía espacios de participación y decisión en
una sociedad más justa que convierta a los habitantes de la tierra en sujetos
históricos con todos los derechos y los compromisos que ello significa. En ese
orden, un cambio fundamental es la articulación de nuevas dirigencias. Es el
reto máximo de las grandes crisis históricas sacar a todos aquellos líderes
que, incluso sin saberlo ellos mismos, se estaban formando sin prisa, pero sin
pausa, en muchos casos exponiendo sus vidas, para un momento que tal vez nunca
llegaría, pero que esta vez llegó.
Hay que aprovechar la situación privilegiada
de que esta vez, a diferencia de las guerras tradicionales, casi todos estamos
en ciudades o países sitiados, encerrados en cómodas trincheras en las que,
como tarea importante, tenemos que protegernos del contagio y del bombardeo
mediático y, en consecuencia, es necesario cambiar no sólo los hábitos de
higiene sino que, también, el uso habitual de las redes sociales. A fin de
explorar en viejas lecturas y abrir canales de comunicación con personas que
tienen una trayectoria crítica y propositiva, pues es el momento extraordinario
para construir una nueva mentalidad colectiva capaz de superar el cataclismo
que llegó silencioso y de manera repentina, lo que obliga a organizar, sin los
tiempos ni cálculos suficientes, un plan de choque inteligente y concreto. Ahora que no es el momento de salir a las
calles, es el momento de salir a las redes.
Por eso, es muy importante responder con la
construcción de un contrapoder real, desde el cual se produzcan oportunidades
concretas para las poblaciones marginadas no organizadas y a los movimientos
sociales y políticos que han estado clamando por siglos el cambio efectivo de
las estructuras que sostienen el poder que desde la brutalidad de la soberbia,
la inequidad y la indiferencia a las necesidades básicas universales, hasta hoy
usurpa las riquezas sociales en beneficio de unos poquísimos. Si esto es así,
repito porque es necesario, hay que partir de la premisa de que lo nuevo no
puede emerger de las mismas personas, élites y poderes desarrolladores de un
modelo económico y político que produjo esta catástrofe social. La misma
dirigencia responsable de la hecatombe, por su propia noción de poder
explotador de carácter individualista, no puede conducir el cambio.
Por lo tanto, las elites del modelo del mundo
que está desapareciendo frente a todos nosotros tienen que ser reemplazadas, en
el corto plazo, por nuevos poderes con la capacidad de corregir, casi de manera
inmediata, los males del pasado que está desapareciendo de manera vertiginosa
y, a partir de superar de manera gradual las fragilidades de la nueva
situación, establecer una época distinta en la que, ojalá con el profético
acierto de Gabriel García Márquez, deje de ser utopía, y se construya una vida
distinta menos egoísta y más humana para la totalidad de los habitantes de este
planeta:
“Ante esta realidad sobrecogedora que a
través de todo el tiempo humano debió de parecer una
utopía, los inventores de fábulas que todo lo creemos, nos sentimos con el
derecho de creer que todavía no es demasiado tarde para emprender la creación
de la utopía contraria. Una nueva y arrasadora utopía de la vida, donde nadie pueda decidir por otros hasta la forma
de morir, donde de veras sea cierto el amor y sea posible la felicidad, y donde
las estirpes condenadas a cien años de soledad tengan por fin y para siempre
una segunda oportunidad sobre la tierra”.